terça-feira, 3 de fevereiro de 2009

por josé garcia.

Voy andando por la calle. Ante mí, una explosión de vida urbana. Gran Vía arriba, sorteando las obras y los andamios, me cruzo con la más variopinta fauna: japoneses fashion, inmigrantes vestidos de tiendas de barrio, adolescentes con ropas atrevidas que no sientan bien a sus cuerpos en formación, parejas de jóvenes homosexuales, bellos y bien vestidos, un mendigo, otro más, chicas treintañeras, espléndidas físicamente, pero con esa sombra en la mirada de quien ya ha sido castigado por el amor, dos travestíes, escandalosos y guapos. Callao, allí está el mimo de siempre, qué calor debe pasar, y en la plaza se arremolinan los curiosos, los turistas y los simples transeúntes, en una algarabía inconfundiblemente latina. Cruzo por delante de los autobuses hacia Preciados. El río de gente hacia Sol discurre mansamente. Oigo, entrecortadas, conversaciones de aquí y de allá, fragmentos de historias, e intento adivinar quienes son esas personas, y qué les pasa. Hay un músico callejero que no consigo ver, que intenta tocar, con más pena que gloria, Sultans of Swing. Inspiro profundamente, para llenarme del aire que me rodea, feliz, exultante, fascinado por poder estar allí, en ese preciso instante, rabiosamente vivo.

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